San Millán es uno de los Santos con más renombre de toda España siendo co-patrón del país junto con Santiago. Llegó a vivir 101 años viviendo como anacoreta en una cueva próxima a La Cogolla.
A día de hoy, San Millán de la Cogolla es uno de los pueblos más conocidos de La Rioja ya que cuenta con los Monasterios de Suso y Yuso situándose el primero de ellos en el lugar donde vivió el Santo y el segundo en el lugar donde cuenta una de las leyendas que narramos a continuación.
1. Exorcismo de San Millán en Parpalinas
En la Villa de Parpalinas vivía el Senador Honorio en una lujosa casa hispanorromana en el siglo VI.
Al parecer, el Senador sufría desde hacía tiempo una presencia demoniaca en su casa de lo más extraña que movía objetos, ropas e incomodaba a quienes la habitaban de forma cotidiana.
Tras mucha insistencia por parte del Senador Honorio a San Millán este acepto recorrer los casi 70 kilómetros que les separaban para realizar un exorcismo que librara a Honorio y su familia de esta presencia demoniaca.
Durante tres días permaneció San Millán, en oración y ayuno, en la casa de Honorio y en contacto con otros clérigos de Parpalinas.
Tras el exorcismo practicado por San Millán, el Senador Honorio se convirtió en un fiel protector del cenobio que ya se había creado en los montes Cogollos donde habitaba el Santo.
Actualmente, se puede visitar el yacimiento de Parpalinas situado en el Valle de Ocón.
2. San Millán profetizó la destrucción de la ciudad de Cantabria
El Santo contaba con 100 años cuando Dios le rebeló la destrucción de la ciudad de Cantabria, el mismo año que también le reveló su propia muerte.
San Millán envió así un mensajero a Cantabria avisándoles de que les visitaría la Pascua próxima.
De este modo, San Millán con 100 años a cuestas descendió de las montañas y recorrió los 45km que le separaban de la ciudad.
Una vez allí, comenzó a predicar reprendiendo las muertes, hurtos, incestos y otras miserias tan alejadas de comportamientos honorables que los habitantes de Cantabria repetían de forma cotidiana, instándoles a que se retractaran e hiciesen penitencia, evitando así el triste final en el que iban a perecer tal y como Dios le había rebelado.
El Santo fue en un principio escuchado hasta que un tal Abundancio no queriendo corregir su conducta comenzó a hacer burla de lo que el Abad predicaba diciendo que “caducaba”.
Esto provocó que el Santo Abad cesase su palabras y regresara a sus montañas con mucho pesar por la perdición de aquellas gentes.
Pronto llegó el fulminante castigo a la ciudad de Cantabria de la mano del Rey Leovigildo que la invadió poderosamente en el 574. Tan solo un año después de la muerte del Santo.
3. Milagro postmortem de San Millán: Resurrección de una niña
Este milagro de resurrección tuvo lugar cuando el Santo ya había fallecido.
Una niña del Prado, lugar cercano al oratorio, padecía una grave enfermedad, cuando sus padres la llevaban a la tumba del Santo para que la curara. Sin embargo, la pequeña murió antes de llegar a su destino sin haber cumplido los cuatro años de edad.
Una vez allí, al anochecer, la dejaron muerta junto al altar, y después de tres horas volvieron y la encontraron con vida, jugando con el mantel que lo cubría. Antes de marcharse, dieron gracias a Dios por ello.
En el cenotafio emilianense se representa a la protagonista como en una secuencia, en dos momentos diferentes de la acción: en primer lugar aparece tendida con las manos cruzadas sobre el pecho, ya muerta, y delante se figura de nuevo con las mismas características físicas pero viva, de rodillas, con las manos juntas en actitud de rezo agradeciendo su resurrección.
4. Curas milagrosas y los castigos más severos
El cenobio en que vivía San Millan pronto se erigió como centro de peregrinación para enfermos de toda clase: ciegos, paralíticos, tullidos…
San Millán fue un curador, capaz de sanar las enfermedades de las personas que a él se acercaban, de este modo curó a muchas personas siendo su instrumental la oración y su asombroso báculo.
En una ocasión devolvió la vista a una mujer ciega, criada del senador Sicuro.
Sin embargo, en otro momento de su vida realizó la acción contraria, cegando a perpetuidad a dos ladrones que le habían arrebatado su propio caballo.
5. Milagro de los bueyes que trasladaban las reliquias del Santo
La historia de su fundación del Monasterio de Yuso va unida a la leyenda que cuenta que cuando muere Millán, sus discípulos lo entierran en su cueva, y alrededor de ella se va formando el Monasterio de Suso.
Sin embargo, el rey navarro García III quiso llevar a su recién fundado Monasterio de Santa María La Real los restos mortales del Santo. Así, el 29 de mayo de 1053 colocaron los restos del Santo en una carreta tirada por bueyes e iniciaron el viaje, dejando desolados a los monjes que allí habitaban.
No obstante, cuando llegaron al llano, los bueyes se detuvieron y no quisieron volver a andar. El rey y toda la comitiva interpretaron aquello como un milagro, que San Millán estaba imponiendo su voluntad de ser enterrado de nuevo allí. Fue entonces cuando el rey mandó construir el nuevo monasterio, al que se llamó Yuso (abajo), en contraposición con el de arriba (Suso).”
6. Vida de San Millán de la Cogolla
Millán nace en el año 473 en el pueblo de Berceo, próximo al actual pueblo de San Millán de la Cogolla, en el seno de una familia campesina.
Desde niño se dedicó al cuidado de las ovejas pastoreando por los montes que rodean Berceo. Hasta que a la edad de los 20 años una aparición mística de un ángel le indica el camino a los riscos de Bilibio donde un ermitaño llamado Felices le enseñará todo sobre la vida asceta.
De modo que San Millán recorre los 40 kilómetros que le separaban de este ermitaño y vivió junto a el durante 3 años tras los cuales regresó a los montes Cogollos para vivir durante más de 40 años como anacoreta viviendo en una cueva.
Este estilo de vida fue ganando popularidad y cada vez más personas hacían su peregrinaje hasta la cueva de Millán para aprender de él o solicitar su ayuda.
Finalmente, se creo un cenobio masculino y otro femenino, así como un oratorio en lo que es hoy el Monasterio de Suso en cuyas inmediaciones se han hallado más de 100 tumbas de estos primeros ermitaños.
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